"Últimamente el argentino salió a probar mejor suerte en el extranjero, lo que antes no era imaginable, y formó grupos o colonias por todo el mundo, al extremo de que sí usted, en sus largos viajes, se halla un tanto perdido y nostálgico, deténgase a oír el rumor de la ciudad, sea ésta cual fuere, como quien escucha un caracol; no tardará en descubrir voces que le probarán cuánto se alargó en estos años la calle Corrientes (porque no es Rivadavia, sino Corrientes, con sus tapes de las catorce provincias, que hoy no sé cuántas, y con su olor a grasa enfriada, de las pizzerías, la que alcanzó los puntos más remotos de Europa y de Norteamérica). En mi tiempo no era así. había gente, en Londres, con alguna noticia de nuestro campo y de nuestros ferrocarriles. Los franceses, los de París al menos, tuvieron trato con el tango, con la gomina, con los trasnochadores, y aún es fama que el espíritu curioso desentrañaba, en los aldeanos de la Madeleine, un almacén que vendía yerba y dulc