"Catorce es tarde" de Diego Garcia
Empezá antes, 14 es tarde. Bajá más, primereá. No alcanza a los 16 ni a los 14, es antes.
Empezá antes.
Enseñale de sexo y cómo cuidarse. Explicale las drogas, no lo juzgues y decile que le pueden arruinar la vida. Contale que no está bien que lo hayan violado. Comentale que no es normal que le peguen, por muy borrachos que lleguen. Miralo y decile que hay algo que está mal, si él (si ella) no tiene nada y el otro tiene todo.
Explicale que las minas no son suyas. Contale que capaz que no está bueno haber sido criado por una niñera y por la tele. (Perdón, pensé que hablábamos de pobres). A la pasada, al menos, decile que la guita no da derecho. Miralo de nuevo (es el mismo) y decile que hay algo que está mal, si él (si ella) tiene todo y el otro no tiene nada.
Antes.
Construiles una buena escuela. Pero no solo con ladrillos. Construiles una escuela que los forme, que haga de ellos su mejor versión. Una escuela donde puedan ir juntos, y que no lo caguen a palos porque va sucio, ni la bajen a piñas porque es linda, ni lo dejen solo porque es gay, ni la señalen porque es rara, gordo, villera, lento, fea o cheto. Ni lo desaprueben por las dudas o lo dejen pasar por si acaso.
Es antes.
Dales laburo a sus viejos. De ese que te deja llegar a fin de mes sin llorar encerrado en un baño. Laburo posta, que motive, que enorgullezca. Que los haga crecer y soñar. Que sueñen y concreten. No les des migajas.
No les hagas creer que son los dueños del mundo. Que como pueden, nadie les va a decir nada. Que si tuvieron la suerte (no es otra cosa) de tener, sean solidarios. Solidarios posta, de esos que motivan, que enorgullecen.
Que sea antes.
Antes. Más abajo. Achicate. Ponete en cuclillas, a su altura, miralo a los ojos, sacate la careta de moralista y desde ahí pedile perdón y laburá por él.
Desde abajo.
Y si llega a los 14 y roba, o mata, o lo matan, no seas tan caradura de enrostrarle toda la culpa. No titules giladas. No sanciones improvisaciones. No “québarbaridadices” tus redes sociales.
No seas tan tremendamente hipócrita como para aplastarlo cargándole en la espalda, a él solo (a ella sola), toda la culpa de lo que hicimos.