#dELibros

"Mi viejo no era muy glotón, pero ese día quería zumo de naranja, yogur, huevos, tomate, jamón y espárragos. Yo comí lo mismo.
- Creo que tienes razón en lo de empinar el codo -admitió, mientras abría el huevo pasado por agua-. Casi había olvidado que el mundo era tan nítido.
- Pero no dejarás de filosofar, ¿verdad?-pregunté.
Siempre había tenido cierto miedo de que sus pensamientos inteligentes estuvieran, de alguna manera, relacionados con la bebida, y de que se convirtiera en una persona completamente normal cuando dejara de empinar el codo.
Me miró asombrado y dijo:
-No, claro que no. Ahora me voy a convertir en un peligroso filósofo.
Suspiré, aliviado, y al poco rato estaba ya lanzado de nuevo:
-¿Sabes por qué la mayoría de la gente se pasea por el mundo sin extrañarse de todo lo que ve a su alrededor?
Yo no lo sabía.
-Es porque el mundo se ha convertido en una costumbre.
Mientras echaba sal al huevo añadió:
-Nadie habría creído en el mundo si no hubiese dedicado muchísimos años a acostumbrarse a él. Eso es fácil de observar en los niños pequeños. Están tan impresionados con todo lo que ven a su alrededor que no se fian de sus ojos y preguntan sobre todo lo que ven. Con los adultos es diferente. Nosotros hemos visto todo tantas veces que al final damos por sentada la realidad"

del libro "El misterio del solitario" de Jostein Gaarder

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