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The Decemberists entierran a 

"The king is dead"

Enrique Chuvieco
Pocos meses antes de que el maestro Dylan lanzase su Love and Theft, 
pisaban en marzo de 2011 por primera vez un estudio de grabación
The Decemberists para grabarCastaways & Cutouts con el que ampliaban
la mejor buhardilla sonora de la tradición musical afroamericana
y, seguramente sin premeditación, ayudaban a enriquecer, agrandando
contornos o perfilando los ya existentes, la vastísima obra musical
de miles de intérpretes que han cincelado los gustos musicales del gran
público de los últimos cien años y que han tenido en Bob Dylan a uno
de sus máximos trovadores.
Con la llegada de los tecnicismos,
los Decemberists han sido catalogados
como indiesentre la tribu de críticos,
pero bien sabemos por experiencia que encasillar es conveniente para la
taxidermia pero escasamente interesante
para la vida que fluye que,
a fin de cuentas, es lo que hacen
en clave de Do estos maduritos de Portland, comandados por Colin Meloy.
Escuchar Don´t Carry it All, con la que abren
su último trabajo de 2011, The Kind is dead 
(El rey está muerto), es un encuentro
con una mezcolanza de ska, rock y gospel
(en los coros) y, uno detrás de otro,
con temas muy diversos en ritmos
y profundidad instrumental.
Entre ellos hay unas canciones redondas,
entre las que se encuentra la sincopada
Don´t Carry it All Downby de Water. Para mí, la primera ha sido experimentar
una inmensa dicha cuyo equilibrio compositivo y fuerza sigo celebrando cada vez
que la escucho.
No todos los cortes están a la altura del primero, pero hay varios que han crujido
mis entrañas y azuzan mi agradecimiento para quienes arriesgan perderse por parajes
más agrestes y montaraces, emulando el atrevimiento del barón Mohl de La torre vigía,
de Ana María Matute, o del inconmensurable tributo al cine por parte de The artist,
apuestas que demuestran valentía y saber hacer fuera de abrigadas sendas comerciales.
Yo lo agradezco muy de veras.
Por tanto, gracias a The Decemberists por su quinto trabajo -quinta reincidencia-
con el que parecen continuar reivindicando su libertad creativa sin perder de vista
a sus incondicionales (mantienen una tienda en internet con sus discos
y otros objetos de merchandising). Tal vez este último componente comercial
resultara menos comprensible -nunca se sabe porque nos separan cerca de 200 años-
de los implicados en la Revuelta Decembrista de Rusia, de 1825, de los que
han tomado el nombre los músicos estadounidenses, pero quién sabe:
está más cerca Mayo del 68 y aquellos tampoco han cristalizado en lo que decían
-hacían, más bien al contrario.
En este sentido, el gran Dylan nunca se dejó atrapar por banderías, a pesar de que
se implicó en unas cuantas, y seguro que ha crecido su libertad con la experiencia.
Espero saberlo algún día cuando lea sus memorias del mismo modo que ahora deseo
seguir oyendo a Decemberists, clamando por su republicanismo en su Rey muerto.

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