Movida Internacional. Sociedad y economía


El rescate, las finanzas y el tiempo

11/06/2012 por paginasdigital.es

Va a ser un rescate a medida. Hace más de una semana Páginas Digital
anunciaba que iba a llegar y que iba a centrarse en las ayudas a la banca.
El pronóstico era que se produciría el 1 de julio. Se ha anticipado,
afortunadamente, en algo más de 20 días. Pero al final Bruselas ha
flexibilizado su postura para que sea el Mecanismo Europeo de Estabilidad
(el Fondo de Rescate) el que inyecte dinero a las entidades españolas sin
pasar por una rescate total como el que se ha hecho en Portugal, Irlanda
y Grecia. Era innecesario y hubiera sido imposible. 
A pesar de las reticencias de Holanda
y Finlandia, el Gobierno de Rajoy
ha conseguido no una intervención
de la economía española sino una línea
de crédito que puede llegar hasta los
100.000 millones de euros. La cantidad
es más que suficiente, el FMI estima
que la banca española, en el peor de
los casos, necesita 40.000 millones.
Es una buena noticia que no se impongan condiciones de política económica.
Aunque esas condiciones en realidad están ya puestas porque Bruselas ha pedido
subida del IVA, cambios en el IRPF y un mayor control de las cuentas de las
Comunidades Autónomas. Se gana tiempo frente a los mercados, se ponen las bases
para un saneamiento serio.
El rescate bancario es un éxito para la definitiva construcción del euro. El Banco
de España y los anteriores gobiernos, sobre todo el de Zapatero, tienen una grave responsabilidad por haber dejado crecer una burbuja inmobiliaria que ha podrido
las cuentas de las Cajas de Ahorro sin que nadie pusiera orden. El Gobierno de
Rajoy debía haber actuado antes, con más contundencia y con más claridad en la comunicación. Todos esos errores hay que sanearlos. Pero el que la zona euro haya
sabido encontrar una fórmula para solucionar un problema de liquidez sectorial
-porque de eso se trata- de una de sus cuatro grandes economías supone un importante
paso adelante. Supone que la política ha primado sobre los mercados. Con los 100.000 millones de crédito se les ha mandado a los inversores, que ganan mucho dinero
apostando a la baja, un mensaje claro: detrás de la deuda española no sólo está el
Reino de España, está el incipiente Gobierno del euro. Hasta Obama ha presionado,
por puro interés, para que se tomara esta decisión. Hace falta seguir dando más pasos.
El euro está todavía por construir, necesita más política. Necesita un auténtico Banco
Central, dispuesto a comprar deuda cuando haga falta y a bajar el precio del dinero
en un momento como este.
En realidad hay muchas cosas que cambiar. Y una de las más decisivas tiene que ver
con la cuestión antropológica que subyace a este rescate bancario. El rescate se ha
hecho necesario porque un sistema financiero descontrolado ha propiciado una burbuja inmobiliaria que pretendía saltar por encima de la esencia de la economía real. Como
en el caso de la crisis de las hipotecas subprime, la burbuja española se ha basado
en un ejercicio de violencia sobre la capacidad que tiene el dinero para generar desarrollo. Hay quien dice que es un problema de avaricia. Se puede usar ese término. Pero quizás
una calificación moral cierra demasiado pronto la cuestión. En circunstancias normales
el dinero, como el suelo -que es dinero físico- genera rendimiento en función de dos variables: el paso del tiempo y el proceso productivo al que está asociado y al que le
presta soporte. El problema de las burbujas, ya sean financieras o inmobiliarias, es que aceleran de forma artificial ese proceso. Se fuerzan las cosas para que el dinero genere
más rentabilidad en un tiempo más corto sin hacer las cuentas con la economía real.
Ese es el corazón de la especulación. Pero el tiempo, más tarde o más temprano,
recupera su ritmo habitual y acaba presentando las facturas pendientes.
La economía real normalmente se desarrolla de forma lineal y sólo la verdadera
innovación acelera los tiempos y los resultados. El boom inmobiliario español ha pretendió acelerar el rendimiento sin innovación. La solución ahora no es conformarse con menos desarrollo sino conseguir un nuevo, y verdadero, salto adelante, basado en la innovación.
Lo nuevo, en economía, en arte o en ciencia, es siempre el fruto de una determinada actitud ante la realidad. Requiere un cierto tipo de educación y, por supuesto, trabajo. La educación que fomenta la innovación es aquella que es capaz de reconocer toda la riqueza que hay
en la realidad, para dejarse seducir por su positividad, para detectar necesidades, para
emprender, para formular soluciones, para trabajar confiadamente junto a otros, para no imponer la estrecha medida de los viejos proyectos. No se trata de limitar la ambición personal ni la ambición de todo un pueblo sino de darle su verdadera profundidad. 

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