Opinión: Estados Unidos está por votar una reforma en sus políticas migratorias.

El espejismo de la migración

Diego I. Rosales Meana, Centro de Investigación Social Avanzada, México / por paginadigital.es
La iniciativa de reforma, promovida sobre todo
por una importante sección del Partido Republicano,
quiere aumentar y reforzar las medidas policiales
en contra de los migrantes lo que, por supuesto,
ha desatado fuerte polémicas entre los miembros
del Partido Demócrata y los defensores de los
derechos humanos.


Esta reforma no es una reforma como cualquier otra, sino que su carácter eminentemente internacional
afecta a otros actores fuera de Estados Unidos y, en especial, a lo migrantes latinoamericanos,
que ponen en verdadero riesgo sus vidas para poder cruzar el Río Bravo y aspirar a mejores
oportunidades de trabajo, mejores oportunidades económicas y, con todo ello, sin embargo,
también a una fractura identitaria en las comunidades que abandonan.
La vida del migrante, y del migrante latinoamericano a Estados Unidos es siempre una vida 
nutrida y alimentada por el drama de la desesperación. Simone Weil sostenía que echar raíces 
es una de las necesidades más profundas del alma humana. Sin caer en los absurdos racistas 
o nacionalistas que llevan a pensar que la migración es, de suyo, un mal, hay que entender 
que la vida de una persona que ha de abandonarlo todo, su familia, su lengua y sus tradiciones, 
se presenta ya como una vida especialmente dura. Es una necesidad humana contar con 
un suelo, con una casa que haga del mundo un sitio habitable. Y eso no lo otorga la 
ciudad por sí misma, sino la red de relaciones humanas que hacen que la ciudad en la que 
se habita haya un trasfondo de sentido y de significado, que permitan que lo propiamente 
humano de la vida humana pueda desplegarse.
Por otra lado, además, no podemos olvidar que, desde el punto de vista histórico, el ser humano
ha sido migrante desde siempre. Las más maravillosas eclosiones culturales de la historia del
ser humano han tenido lugar gracias a movimientos migratorios. Y ya no solamente en términos
culturales, sino que el fenómeno migratorio ha representado un factor positivo para el crecimiento
de la economía. La migración no es para nada en sí misma un mal, sino al contrario: 
el intercambio cultural y económico saca al ser humano de un posible anquilosamiento. 
Pero para que no se convierta en un tránsito que pulveriza la personalidad del migrante, 
ha de realizarse bajo condiciones dignas, en primer lugar, olvidarse de la idea de que 
el migrante ilegal es en sí mismo un criminal.
La migración ha salvado economías e inventado culturas. Pero si  ésta es interpretada desde
los símbolos de la legalidad vacua y el ostracismo cultural, entonces se convierte en un terror,
tanto para el migrante como para la comunidad a la que llega. Mientras las leyes escleroticen
las fronteras y tapen los sanos poros por los que las culturas se empapan de alteridad,
seguiremos navegando hacia una barbarie racista con cara de civilización legalizada.

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